La Escuela Nueva nació en Europa y en los Estados Unidos,
donde también se le llamó Escuela Progresista, se dio a partir de la Primera
Guerra Mundial (finales del siglo XIX y principios del siglo XX), pensando en
la educación como instrumento de paz, para formar en la solidaridad y en la
cooperación. Estuvo constituido por realizadores diversos, aunque partieron de
las mismas bases y de la necesidad de transformar la escuela.
Son un conjunto de principios encaminados a revisar y transformar las formas anteriores de educación (las tradicionales). Esta debía ser obligatoria, universal y gratuita.
En el movimiento de la Escuela Nueva encontramos autores como Adolphe Ferriére (1879-1960), John Dewey (1859-1952), William Heard Kilpatrick (1871-1965), Ovide Decroly (1871-1932), María Montessori (1870-1952), Édouard Claparéde (1873-1940), Jean Piaget (1896-1980), Roger Cousinet (1881-1973), Burrhus Frederick Skinner (1904-1990), Paulo Freire (1921-1997), entre otros, que realizaron una concreción práctica de la Escuela Nueva, aplicando sus postulados en escuelas experimentales que estaban situadas en los diferentes países de procedencia y que mostraron al mundo el buen resultado de sus técnicas didácticas influyendo en las demás escuelas durante décadas y que enseguida abordaremos más detalladamente.
Surgió el interés por el estudio del niño, en sus aspectos biológicos y psicológicos, y la reflexión en torno a los mecanismos para aprender y no sólo la preocupación para enseñar.
La escuela Nueva comenzó a reformularse las ideas de la Escuela Progresista en Estados Unidos sobre los principios del pragmatismo pedagógico de Dewey, según los cuales la escuela es una sociedad viva y sus planteamientos básicamente sociales: hay que preparar al alumno para la vida y familiarizarse con el medio social.
En Europa este movimiento renovador se concretó en diferentes realizaciones metodológicas.
Las teorías que subyacen en la concepción de la Escuela
Nueva son una preocupación por introducir nuevos usos en la vida de los centros
escolares, fue un movimiento de acciones eminentemente prácticas y de
renovación. Rechazaba los formalismos e
intelectualismos, alejamiento de la vida, incomprensión del espíritu y de las
necesidades del niño y creaba mecanismos que tenían en cuenta al niño en su
conjunto.